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viernes, 4 de junio de 2010

Sublevación de los Chinos



Los chinos llegados al Perú eran llevados a las plantaciones de caña y algodón, a las islas guaneras y, más tarde, a los ferrocarriles en construcción. La mayoría de culíes sufrieron maltratos físicos, discriminación, racismo y una dura explotación laboral. Muchos no recibían salarios, eran apilados en barracas y encadenados para que no huyeran. Cuando lo hacían eran capturados y golpeados terriblemente. Los castigos más comunes eran el cepo, la barra, los azotes, la cárcel, el diario encierro en los galpones y, en casos extremos, las eje­cuciones. Frente a los abusos excesivos se generaba una respuesta violenta a la que temían los hacendados. Por eso era normal que cualquier ha­cienda tuviera una buena can­tidad de armas.
Los culíes se defendieron del abuso, sobre todo tomaban nota de la fecha en la que habían ingresado al trabajo. Desconocer o no re­cordar esta fecha era perder la posibilidad de salir definitiva­mente de la hacienda. Ciertos procedimientos y tratos utiliza­dos no estaban escritos pero sirvieron para regir la vida co­tidiana de la gente. No estaba escrito, por ejemplo, aplicar castigos físicos. Sin embargo los hacendados lo hicieron con mucha frecuencia y severidad. Lo hacían porque esa era la norma usual para controlar a los trabajadores de sus hacien­das.
En las azucareras, la presencia del Estado era muy débil. Este solo se hacía presente para pedir “contribuciones”. A su vez, [1]La impotencia de los chinos y junto a su descontento propició que se inicien movimientos revolucionarios en contra de sus "amos". Empezaron con pequeñas fugas y disturbios. La mayoría de estas, se dieron en el norte limeño, donde se ubicaba una gran cantidad de azucareras.

En las islas guaneras, unos sesenta obreros chinos consi­guieron burlar la vigilancia de sus guardianes y se suicidaron sobre las rocas. Los que no podían lograr su cometido era sometidos a dos docenas de azotes, los de­jaban sin respiración y cuando los soltaban, eran llevados al hospital. La mayoría de veces, si se recuperaban, se suicidaban".

En 1870 miles de ellos escaparon e incendiaron las plantaciones y haciendas en Barranca y Pativilca, el 4 de setiembre de 1870 se produjo la rebelión de los “Caras Pintadas”, donde unos 1200 a 1500 chinos con la cara pintada de rojo y azul, mataron a una familia abusiva, saquearon pueblos. Otras se dieron en Upacá, Paramonga, Potao, Huayto, y Supe. Algunos chinos, al no tener documentos, ni compartir el mismo idioma, optaron por suicidarse o escapar a los valles y unos pocos a los pueblos andinos. En 1880 aprovecharon la invasión chilena para fugar y unirse a las hordas saqueadoras del general Patricio Lynch.

[1] RODRIGUEZ 1951 : 150

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